martes, 18 de diciembre de 2007
quEEN or kING
Me exaspera la gente que escribe "k" donde debería ir "qu". Por ejemplo: "¿ké tal?". Me enerva mal. ¿De qué se trata? ¿De ser ecológico? ¿De pertenecer a un grupo más divertido que el mío? ¿O será un código de un juego de cartas virtual y secreto que se está jugando a nivel mundial?
miércoles, 5 de diciembre de 2007
Cuando el pasado llega al presente
Anoche fui con una amiga al Gran Rex a escuchar a Diana Krall. Subimos las escaleras y al llegar al descanso, una chica y yo nos clavamos las miradas durante dos segundos. Esa chica era quien había sido mi mejor amiga en la secundaria. Al lado de ella, un amigo de la secundaria, quien es su pareja desde hace mucho tiempo. Y hacía mucho, mucho tiempo que no nos veíamos. Resultó que sus asientos estaban al lado de los nuestros. O sea que estuvimos sentados juntos, como si lo hubiéramos planeado.
A la tarde había ido al depósito fiscal a finalmente retirar las cajas con mis cosas, que había enviado por barco hace dos meses cuando estuve allá. Ya tengo todas mis pertenencias en este suelo.
A la tarde había ido al depósito fiscal a finalmente retirar las cajas con mis cosas, que había enviado por barco hace dos meses cuando estuve allá. Ya tengo todas mis pertenencias en este suelo.
jueves, 1 de noviembre de 2007
¿Será la primavera?
Ando con ganas de tener un bebé. Me pregunto si será un deseo del momento o algo que nació junto con mi vuelta, algo que de a poco irá tomando forma. Si llegó para quedarse y transformarse en claridad, tal vez suceda. Bueno... primero a lo primero.
lunes, 8 de octubre de 2007
De un sueño a otro
Es fácil rendirse a la tentación de vivir en el paraíso. Todo tiene su brillo. Las piedras están puestas estratégicamente. Me pregunto en qué momento crecen los árboles... son siempre del tamaño ideal, como si su altura estuviera programada. Y las hojas no se llenan de tierra. El cielo está siempre azul, y cuando aparece una nube, un viento agradable se ocupa de apurarle el paso. El silencio es un telón de fondo que deja escuchar cada uno de los movimientos, incluso el más sutil. Cuánto placer junto. Cómo hacer para vivir cuando uno cruza el límite de este universo cuidado con tanta irrealidad. Es demasiado pronto para este paraíso. Así como el dolor te vuelve insensible a los placeres, igual es al revés. ¿Cómo ignorar las realidades que están a menos de una siesta de distancia?
Me voy. Me vuelvo a las piedras de las calles rotas, a los cielos grises, al hollín, a lo desparejo y al sinsentido, al alboroto, al sonido de las voces que se hacen oír y de los besos ruidosos, a las manos que cocinan y se encuentran, a la lucha diaria por los que amamos, a los abrazos envolventes, a la flor de piel, a la carne viva, a la sangre que corre en mis venas.
Me voy. Me vuelvo a las piedras de las calles rotas, a los cielos grises, al hollín, a lo desparejo y al sinsentido, al alboroto, al sonido de las voces que se hacen oír y de los besos ruidosos, a las manos que cocinan y se encuentran, a la lucha diaria por los que amamos, a los abrazos envolventes, a la flor de piel, a la carne viva, a la sangre que corre en mis venas.
lunes, 3 de septiembre de 2007
Sobre mis amores
Vísperas de mi viaje al país del norte. Sorprendentemente, no le temo. Algo dentro de mí me dice que lejos de transformarse en mi pasado, seguiré viendo a mi gente querida de allá periódicamente. Si esta sensación es producto de mi deseo, no importa. El presente se está transformando en mi mejor amigo. Y quienes quiero forman parte de él, estén cerca o lejos. A pesar de las montañas rusas emocionales, hace meses que no siento aquel vacío tan hueco. Mi vida acá aún no ha tomado forma, pero nada altera mi paz con relación a la vuelta. Así debe sentirse estar en una relación amorosa (plena) con alguien más de la mitad de tu vida. Mucho mejor que un estado de enamoramiento. La sensación de que el otro estuvo desde siempre. El esfuerzo muchas veces inútil por recordar como solía ser uno sin el otro.
viernes, 31 de agosto de 2007
martes, 28 de agosto de 2007
Aunque duelan las plantas de los pies
Yo no tengo un buen referente de pareja ni de familia, pero tengo ganas de aprender. No sabés las ganas que tengo de aprender. Sigo en el camino, intentándolo.
lunes, 27 de agosto de 2007
domingo, 26 de agosto de 2007
Mientras no tengo la púa ni el sintoamplificador
Me imaginaba que reencontrarme con los discos traería recuerdos que ya no existen en lo cotidiano. Finalmente me senté en el piso y empecé a saludarlos, uno por uno. Algunos me trajeron recuerdos del amor cuando uno empieza a descubrir lo que es ser vulnerable; otros del dolor que viene de la mano del amor a pura víscera. Otros discos me trajeron imágenes de fines de semana enteros escuchando música… sola, con mi hermano, con amigos. Las canciones decían lo que nosotros no podíamos decir, explicaban lo que no entendíamos, nos distraían de lo que no tenía sentido, nos abrazaban cuando parecía no haber alas. Discos que marcaron épocas en las que yo aún no existía, discos que nunca escuché, discos en los que nunca me había detenido mucho tiempo y que ahora son los primeros que quiero escuchar, discos que me despiertan una sonrisa llena de ternura al preguntarme cómo pude haberlos elegido alguna vez.
sábado, 11 de agosto de 2007
Sin pie de plomo
Al decidir mi vuelta a la Argentina (o antes) me preparé mentalmente para el gran cambio. Sabía que vendrían meses y meses de ajustes e inestabilidad. Pero la preparación mental nunca es suficiente. Los cambios se sienten como huracanes (o más bien como tornados). Entonces, me pregunto: lo que cuesta tanto, ¿es la adaptación al nuevo entorno? ¿Al nuevo estilo de vida? ¿A la cultura de nacimiento? ¿O al haber mirado de frente el miedo y haberlo aplastado? Porque cuando uno deja de poner obstáculos y se larga en caída libre y cae y no se muere, ya no hay lugar para el miedo. Ya todo tiene sentido, y nada. Nada importa, y todo. Pero entonces, ¿es posible tener miedo a no tener miedo? No creo. Debe ser miedo a otra cosa.
viernes, 20 de julio de 2007
Nacionalidad múltiple
Con amigos argentinos, mexicanos, colombianos, estadounidenses, dominicanos, peruanos, venezolanos, españoles, puertorriqueños, salvadoreños, filipinos, coreanos, italianos, ingleses, turcos, suecos... puedo decir que soy un poquito argentina, mexicana, colombiana, estadounidense, dominicana, peruana, venezolana, española, puertorriqueña, salvadoreña, filipina, coreana, italiana, inglesa, turca, sueca...
martes, 17 de julio de 2007
Llevate una bolsita, no seas así
Existe la gran posibilidad de que la razón número ocho por la que hay tanta gente con cara larga en este país sea porque hay que estar siempre mirando el suelo para evitar pisar los pupús que dejan los perros. O mejor dicho, los dueños.
domingo, 15 de julio de 2007
El enano me robó el espejo mágico
Miré el espejo. Vi mi cara ahora.
Apagué la luz. Caminé.
Miré las vetas de la madera de la mesa. Vi mi cara después.
Apagué la luz. Caminé.
Miré las vetas de la madera de la mesa. Vi mi cara después.
viernes, 13 de julio de 2007
Compás
Pocas canciones son tan hermosas y eternas como la que copio abajo.
Esta canción, que me hizo estallar en llanto una tarde manejando en la autopista 101 con dirección sur (ay, esas dos estrofas antes del último estribillo), ahora forma parte de mi repertorio para una fiesta bien porteña. Celebración. El círculo se cierra.
Cambia lo superficial
cambia también lo profundo
cambia el modo de pensar
cambia todo en este mundo.
Cambia el clima con los años
cambia el pastor su rebaño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.
Cambia el más fino brillante
de mano en mano su brillo
cambia el nido el pajarillo
cambia el sentir un amante.
Cambia el rumbo el caminante
aunque esto le cause daño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia el sol en su carrera
cuando la noche subsiste
cambia la planta y se viste
de verde en la primavera.
Cambia el pelaje la fiera
Cambia el cabello el anciano
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.
Pero no cambia mi amor
por más lejos que me encuentre
ni el recuerdo ni el dolor
de mi pueblo y de mi gente.
Lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana.
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Gracias por haberme mantenido sensible, Mercedes (y tantos otros).
Esta canción, que me hizo estallar en llanto una tarde manejando en la autopista 101 con dirección sur (ay, esas dos estrofas antes del último estribillo), ahora forma parte de mi repertorio para una fiesta bien porteña. Celebración. El círculo se cierra.
Cambia lo superficial
cambia también lo profundo
cambia el modo de pensar
cambia todo en este mundo.
Cambia el clima con los años
cambia el pastor su rebaño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.
Cambia el más fino brillante
de mano en mano su brillo
cambia el nido el pajarillo
cambia el sentir un amante.
Cambia el rumbo el caminante
aunque esto le cause daño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia el sol en su carrera
cuando la noche subsiste
cambia la planta y se viste
de verde en la primavera.
Cambia el pelaje la fiera
Cambia el cabello el anciano
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño.
Pero no cambia mi amor
por más lejos que me encuentre
ni el recuerdo ni el dolor
de mi pueblo y de mi gente.
Lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana.
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Gracias por haberme mantenido sensible, Mercedes (y tantos otros).
jueves, 12 de julio de 2007
Si es Mariel, les digo adiós
El olor a colonia barata en el ascensor de mi edificio ya se está volviendo insoportable. Estoy seriamente pensando en empezar a usar las escaleras. No me importa el tiempo que me lleve transitar los nueve pisos.
En el consorcio ya me metieron. Ahora falta enterarme que la de la colonia se llama Mariel, y termino en cana.
En el consorcio ya me metieron. Ahora falta enterarme que la de la colonia se llama Mariel, y termino en cana.
martes, 10 de julio de 2007
Nieve en Buenos Aires
miércoles, 4 de julio de 2007
Cambiar de piel
(Escrito a fines de 2005)
El peso de los jirones es mucho,
debo abandonarlos si quiero seguir.
Para poder ser hay que deshacer,
hay que abrazar y soltar.
Para entender hay que acariciarse
hay que dejarse y dejar ser
hay que saber sin saber
y adivinar sin envejecer.
Como un río, la calma y las corrientes.
Como la sangre, el torrente y la fluidez.
Como la tormenta, el murmullo y la exaltación.
Como un grito, inquietante y liberador.
El peso de los jirones es mucho,
debo abandonarlos si quiero seguir.
Para poder ser hay que deshacer,
hay que abrazar y soltar.
Para entender hay que acariciarse
hay que dejarse y dejar ser
hay que saber sin saber
y adivinar sin envejecer.
Como un río, la calma y las corrientes.
Como la sangre, el torrente y la fluidez.
Como la tormenta, el murmullo y la exaltación.
Como un grito, inquietante y liberador.
La adaptación
Decidí volverme a vivir a la Argentina. Fueron meses de pura contemplación, de esperar a que la respuesta llegara sola… al conciente, porque seguramente ya la tenía. Sentía que no podía decidir entre dos lugares tan cercanos a mi corazón por distintas razones. Para empezar, la gente maravillosa acá y allá. Unida a unos por el afecto incondicional de toda la vida, la cultura, los códigos tácitos y las historias de niñez, adolescencia y comienzo del desarrollo de la vida adulta; a los otros por el afecto incondicional de la familia sustituta, la comunidad rica en culturas, los nuevos códigos híbridos y las historias de la vida adulta en su plenitud.
Cuando uno se va de su país, entra en un limbo del cual nunca podrá salir, creo (por ahora). Uno no es de acá ni de allá, y al mismo tiempo lo es. Uno entra en un estado de distancia emocional. Este estado, que seguramente todos los que se van de su país conocen, tiene que ver con el instinto de supervivencia. Es la única manera que uno tiene de acostumbrarse a estar lejos de la-gente-con-la-que-ha-estado-toda-la-vida. No es poca cosa. Según mi experiencia, luego de visitar mi país de origen, en cuanto volvía a los Estados Unidos automáticamente “estaba ahí”. La cabeza es piadosa en ese sentido.
Ahora, luego de varios meses, empiezo a sentir adentro, bien adentro, que estoy empezando a “estar acá” de nuevo.
La felicidad que estoy empezando a sentir es nueva e inexplicable, calmadamente desbordante.
Cuando uno se va de su país, entra en un limbo del cual nunca podrá salir, creo (por ahora). Uno no es de acá ni de allá, y al mismo tiempo lo es. Uno entra en un estado de distancia emocional. Este estado, que seguramente todos los que se van de su país conocen, tiene que ver con el instinto de supervivencia. Es la única manera que uno tiene de acostumbrarse a estar lejos de la-gente-con-la-que-ha-estado-toda-la-vida. No es poca cosa. Según mi experiencia, luego de visitar mi país de origen, en cuanto volvía a los Estados Unidos automáticamente “estaba ahí”. La cabeza es piadosa en ese sentido.
Ahora, luego de varios meses, empiezo a sentir adentro, bien adentro, que estoy empezando a “estar acá” de nuevo.
La felicidad que estoy empezando a sentir es nueva e inexplicable, calmadamente desbordante.
El desarraigo
(Escrito el 1ro. de marzo de 2007)
Según el diccionario de la Real Academia Española:
desarraigo.
1. m. Acción y efecto de desarraigar.
desarraigar.
(De des- y arraigar).
1. tr. Arrancar de raíz una planta. U. t. c. prnl.
2. tr. Extinguir, extirpar enteramente una pasión, una costumbre o un vicio. U. t. c. prnl.
3. tr. Separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos. U. t. c. prnl.
4. tr. desus. Expulsar, echar de un lugar, especialmente a un invasor o enemigo.
Estoy sentada en mi departamento alquilado en Buenos Aires, Argentina. Después de ocho años, aquí estoy de vuelta. Las calles me resultan desconocidas pero el aire me trae los aromas con los que crecí. Soy una habitante más de la ciudad y también una turista. Esa es una de las cosas maravillosas que te regala vivir en el exterior: poder mirar todo lo conocido con ojos de ignorante. Volver a ser una principiante.
No sé bien cuándo empezó esta historia. Seguramente allá por los años ’80. Dos años de mi infancia en los Estados Unidos hicieron que fuera siempre un poquito de ese país. La vida me sucedió muy rápidamente, como a la mayoría de las personas. Y un día, después de casi veinte años, me encontré armando valijas y embalando cajas para irme de nuevo al país del norte. Creí que para siempre. Los ocho años siguientes estuvieron llenos de descubrimientos, externos e internos; de culturas y costumbres diferentes; y un día empecé a soñar en un idioma que no era el mío. Puedo decir que mi vida adulta floreció allá, en uno de los cincuenta estados.
Lo que no imaginé vívidamente el día que armaba las valijas y embalaba las cajas era que ocho años después viviría en carne propia la realidad más confusa, incierta y ensordecedora: el desarraigo.
Coincidamos en que el mundo de las comunicaciones hoy en día es muy distinto a lo que era en los años ’80, cuando viví la punta del iceberg del cruel desarraigo. Entonces no había correo electrónico ni chat ni llamadas internacionales a precios accesibles (y hasta gratis) ni productos típicos de mi país. El aislamiento era parte del desarraigo. Recuerdo los festejos cuando nos llegaba la encomienda con yerba mate, entre otras cosas, que enviaba mi familia desde Buenos Aires. A veces secábamos la yerba y la guardábamos por las dudas que la próxima encomienda no llegara o se atrasara. Y los llamados eran una vez por mes, operadora de por medio. Teníamos que planear estar ese domingo en casa todo el día porque no sabíamos a qué hora iban a efectuar la comunicación.
Así y todo, con las promociones actuales de pasajes y todo, la realidad es que viviendo en el exterior, empecé a cambiar las idiosincrasias, el sentido del humor y la manera de relacionarme. Las prioridades cambiaron, porque empecé a formar parte de otro sistema. Entonces, cada vez que visitaba mi país de origen, me emocionaba al reencontrarme con todo lo que seguía estando en mis células pero que no había usado de manera cotidiana. Todo se volvía simpático y llamativo, casi como si nunca hubiera sido parte de mí. Y después de unos días, algunas de esas cosas empezaban a irritarme. Claro, ya no las entendía, y a veces me molestaban.
Según el diccionario de la Real Academia Española:
desarraigo.
1. m. Acción y efecto de desarraigar.
desarraigar.
(De des- y arraigar).
1. tr. Arrancar de raíz una planta. U. t. c. prnl.
2. tr. Extinguir, extirpar enteramente una pasión, una costumbre o un vicio. U. t. c. prnl.
3. tr. Separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos. U. t. c. prnl.
4. tr. desus. Expulsar, echar de un lugar, especialmente a un invasor o enemigo.
Estoy sentada en mi departamento alquilado en Buenos Aires, Argentina. Después de ocho años, aquí estoy de vuelta. Las calles me resultan desconocidas pero el aire me trae los aromas con los que crecí. Soy una habitante más de la ciudad y también una turista. Esa es una de las cosas maravillosas que te regala vivir en el exterior: poder mirar todo lo conocido con ojos de ignorante. Volver a ser una principiante.
No sé bien cuándo empezó esta historia. Seguramente allá por los años ’80. Dos años de mi infancia en los Estados Unidos hicieron que fuera siempre un poquito de ese país. La vida me sucedió muy rápidamente, como a la mayoría de las personas. Y un día, después de casi veinte años, me encontré armando valijas y embalando cajas para irme de nuevo al país del norte. Creí que para siempre. Los ocho años siguientes estuvieron llenos de descubrimientos, externos e internos; de culturas y costumbres diferentes; y un día empecé a soñar en un idioma que no era el mío. Puedo decir que mi vida adulta floreció allá, en uno de los cincuenta estados.
Lo que no imaginé vívidamente el día que armaba las valijas y embalaba las cajas era que ocho años después viviría en carne propia la realidad más confusa, incierta y ensordecedora: el desarraigo.
Coincidamos en que el mundo de las comunicaciones hoy en día es muy distinto a lo que era en los años ’80, cuando viví la punta del iceberg del cruel desarraigo. Entonces no había correo electrónico ni chat ni llamadas internacionales a precios accesibles (y hasta gratis) ni productos típicos de mi país. El aislamiento era parte del desarraigo. Recuerdo los festejos cuando nos llegaba la encomienda con yerba mate, entre otras cosas, que enviaba mi familia desde Buenos Aires. A veces secábamos la yerba y la guardábamos por las dudas que la próxima encomienda no llegara o se atrasara. Y los llamados eran una vez por mes, operadora de por medio. Teníamos que planear estar ese domingo en casa todo el día porque no sabíamos a qué hora iban a efectuar la comunicación.
Así y todo, con las promociones actuales de pasajes y todo, la realidad es que viviendo en el exterior, empecé a cambiar las idiosincrasias, el sentido del humor y la manera de relacionarme. Las prioridades cambiaron, porque empecé a formar parte de otro sistema. Entonces, cada vez que visitaba mi país de origen, me emocionaba al reencontrarme con todo lo que seguía estando en mis células pero que no había usado de manera cotidiana. Todo se volvía simpático y llamativo, casi como si nunca hubiera sido parte de mí. Y después de unos días, algunas de esas cosas empezaban a irritarme. Claro, ya no las entendía, y a veces me molestaban.
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