lunes, 8 de octubre de 2007

De un sueño a otro

Es fácil rendirse a la tentación de vivir en el paraíso. Todo tiene su brillo. Las piedras están puestas estratégicamente. Me pregunto en qué momento crecen los árboles... son siempre del tamaño ideal, como si su altura estuviera programada. Y las hojas no se llenan de tierra. El cielo está siempre azul, y cuando aparece una nube, un viento agradable se ocupa de apurarle el paso. El silencio es un telón de fondo que deja escuchar cada uno de los movimientos, incluso el más sutil. Cuánto placer junto. Cómo hacer para vivir cuando uno cruza el límite de este universo cuidado con tanta irrealidad. Es demasiado pronto para este paraíso. Así como el dolor te vuelve insensible a los placeres, igual es al revés. ¿Cómo ignorar las realidades que están a menos de una siesta de distancia?
Me voy. Me vuelvo a las piedras de las calles rotas, a los cielos grises, al hollín, a lo desparejo y al sinsentido, al alboroto, al sonido de las voces que se hacen oír y de los besos ruidosos, a las manos que cocinan y se encuentran, a la lucha diaria por los que amamos, a los abrazos envolventes, a la flor de piel, a la carne viva, a la sangre que corre en mis venas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen regreso... Cuidado con las baldosas flojas que te manchan el pantalon.

la vasquita dijo...

Gracias, querido anónimo... Te cuento que con estos días de lluvia, me tienta pisar una a manera de bautismo.