Durante toda la noche, ella miró el paquete.
Veía que tenía su nombre escrito y por alguna razón, ese en particular le llamaba la atención a pesar de haber otros con su nombre. No quería esperar más para abrirlo. Notaba, además, que ese regalo con su nombre escrito sobre el papel envoltorio, era más pequeño que el resto. O por lo menos, más humilde. Algo en el papel le resultaba casero, bonachón, como si hubiera sido el único no comprado para la ocasión y sin embargo, el más cuidado. Llegó la hora. Tal vez haya sido el primer regalo que abrió, pero para ella fue el último. Era el regalo de su abuelo, y era un diario íntimo.
Dedicado a Tatá.
sábado, 12 de enero de 2008
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