Toda mi vida me remojaron en seguridad ficticia. Con la mejor intención, claro. Que lo que tenía que hacer era tener una carrera, así podría conseguir un buen trabajo y tener la seguridad tan ansiada (¿por quién?). Que qué bueno que conseguí ese otro trabajo. Que si hiciera esa maestría podría conseguir un trabajo mucho mejor.
Yo sinceramente nunca lo compré, pero obedecí durante mucho tiempo y de alguna manera sigo obedeciendo, porque trabajo sigo teniendo. Eso sí, seguro no es. Pero en realidad, ¿alguna vez lo es? De todas maneras, la razón por la que trabajo es porque no me queda otra. Y la verdad es que dentro de esta fatalidad, tengo la suerte de haber elegido el trabajo que hago.
Y así uno vive, sosteniendo esa ilusión que es nuestra vida vivida así. Y aprendemos que otra no queda.
Mi alma es de otro reino. Mi alma no entiende de horarios ni de responsabilidades ni de metas por alcanzar ni de otros por satisfacer.
Mi alma está llena de música y de solidaridad y de creatividad y de vida, y yo la aplasto cada vez que no dejo que todo eso rebalse y me inunde. Y todos esos días que no lo permito, muero un poco.
Me cuesta entregarme a que suceda todo eso dentro de mí. Voy y vengo.
Hoy un angelito me tocó con su varita mágica (este angelito tiene una varita mágica). Me recordó quién soy verdaderamente y me contagió la posibilidad de algo nuevo: seguridad en la inestabilidad.
viernes, 18 de julio de 2008
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1 comentario:
debemos ser del mismo reino, tambien muero de a poco, y tambien me resisto, la inestabilidad es tambien seguridad, y es sensibilidad tambien, y la musica es inestable y sensible, y segura
es mi vida, en todos sus sentidos
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